Cambio en las actitudes y opiniones: el papel de las encuestas en su medición. Posiciones políticas y voto
Las siguientes notas fueron la base para una conferencia pronunciada en un curso de verano de la Universidad Complutense en El Escorial (Madrid) en julio de 2012. Dicho curso estuvo organizado por el Centro de Investigaciones Sociológica (CIS).
El voto no existe ni antes ni después del momento de votar, al igual que la compra de un producto no existe ni antes ni después del momento de comprar y más de 100 años de omisión de este hecho simple y claro han lastrado una de las operaciones más frecuentes en las ciencias sociales: la estimación del voto.
Aquí se explica la pertinencia de abordar la estimación del voto desde las posiciones políticas y atendiendo al paradigma matemático de la Lógica Borrosa (fuzzy logic) y se explica por qué es falsa la general creencia del aparentemente obvio isomorfismo entre la encuesta sobre intención de voto y el acto del voto.
Por último, se define el espacio de los “deslizamientos del voto”, o espacio donde las posiciones políticas se hallan en un cierto estado excitatorio capaz de producir cambios, en ocasiones catastróficos (en el sentido matemático del término, acuñado por el matemático francés René Thom) y se explica la utilidad de disponer de información segmentada en dicho espacio, donde se ganan o pierden las elecciones, así como la posibilidad de observar dicho espacio como crisol en el que se anticipan cambios de tendencia en la opinión pública.
- Las llamadas encuestas de opinión resultan ser el instrumento más popular para la medición de las posiciones que expresan o representan cosas que piensa la gente acerca de muy diversas cuestiones. Así que se ha establecido una suerte de equivalencia entre encuestas y opinión pública.
- Si entendemos por opinión pública algo así como las creencias dominantes en una sociedad en un tiempo, acerca de algún asunto, pudiera parecer que la opinión cambia de la noche a la mañana y que siempre hay un estado claro de creencias dominantes.
- Pero, también puede considerarse opinática cualquier valoración de personas o símbolos o cualquier ponderación de situaciones o acontecimientos.
- Siendo así, lo que se dibuja es más bien un proceso de construcción de creencias compartidas que adoptan muy distintos estados a lo largo del tiempo, desde un primer momento en el que no tienen más existencia social que como agregación de percepciones inmediatas individuales, lo que constituiría un estado, como mucho, embrionario, hasta la cosificación en tópicos o estereotipos completamente solidificados.
- Esto sugiere que el cambio es consustancial a la opinión, pero que en el campo de la opinión el cambio no se manifiesta homogéneamente y tampoco se produce homogéneamente.
- Dicho sea entre paréntesis, hay una cuestión interesante y con implicaciones metodológicas importantes en relación con la opinión valorativa, cual es que tiene la estructura del proceso cognitivo de la percepción, que articula, en su expresión accesible, la representación de un impacto, positivo o negativo, de mayor o menor intensidad, y una interpretación, de manera que uno tendería a llamarlo más bien percepción que opinión, pero, sobre todo, esa articulación permite obtener resultados operativos importantes.
- Para aclarar un poco estas ideas, tomemos un par de ejemplos:
- Cuando se pregunta por el conocimiento y la valoración de un líder político, estamos usando una manera de medir que atiende más bien a la percepción. Si añadimos una interpretación que explique dicha valoración, completaremos la medición de la percepción. Coloquialmente, sin embargo, se puede entender como una opinión.
- En relación con el paréntesis anterior, una manera de operacionalizar la percepción es trata la valoración u opinión valorativa en términos de un eje de “riesgo – seguridad”, atribuir valores numéricos a la escala ordinal y computar cantidades de riesgo y cantidades de seguridad.
- Esto permite estimar, tomando las interpretaciones verbalizadas por una muestra, tratarlas en términos de “fuentes de riesgo” y de “fuentes de seguridad”, estimando un valor de impacto en las dos direcciones y estimando también la capacidad de cada una para producir impacto, lo que permite una jerarquización de factores críticos.
- Cuando proponemos preguntas sobre estereotipos como el siguiente: “la conservación del medio ambiente debe ser prioritario en la política energética”, para medir posiciones favorables y desfavorables, trabajamos más bien sobre una creencia, que representamos sintéticamente como metáfora.
- Cuando se pregunta por el conocimiento y la valoración de un líder político, estamos usando una manera de medir que atiende más bien a la percepción. Si añadimos una interpretación que explique dicha valoración, completaremos la medición de la percepción. Coloquialmente, sin embargo, se puede entender como una opinión.
- En suma, cuando medimos cualquier cosa que pueda quedar comprendida en el término “opinión”, podemos usar muchos tipos de pregunta, pero cualquiera de ellos tendrá o no una valoración, tendrá o no una interpretación y propondrá o no una metáfora sobre la que adoptar una posición. Además, conviene subrayar que los cambios, en un proceso dinámico como el descrito, deben ser detectables en algún espacio de mayor movilidad.
- La actitud, por su parte, se puede definir como la disposición o impulso hacia un comportamiento determinado; es, por tanto, un “indicador adelantado” del comportamiento. También se suele incluir entre las actitudes posiciones a favor o en contra de algo, siempre que conlleven alguna disposición a la acción. En cualquier caso, podríamos decir que hay una cierta intersección entre el espacio de la opinión y el de la actitud. Al menos en el orden lógico aparente, ciertas opiniones podrían llevar a ciertas actitudes, si bien es fácil imaginar en ello un bucle de realimentación. a. Un ejemplo claro de actitud, en el terreno político, es lo que llamamos “intención de voto”.
- Opiniones y Actitudes; Percepciones y posiciones ante estereotipos relevantes e Intención de voto. Este es el campo en el que vamos a inscribir la materia de este encuentro: “cambio en las actitudes y opiniones: el papel de las encuestas en su medición”
- Pero, aquí aparece la palabra “encuesta” y esto nos obliga a dar un paso atrás, para hacer una pregunta: ¿qué lugar tienen opiniones y actitudes en una encuesta?
- Una encuesta es un dispositivo técnico de investigación. Cualquier proyecto, en particular un proyecto de investigación, para ser desarrollado correctamente, debe responder a tres preguntas (Jesús Ibáñez):
- ¿Para qué hacerlo? Pregunta que remite a la justificación o fin al que ha de servir y que se sitúa en el orden epistemológico.
- ¿Por qué hacerlo de un modo u otro? Pregunta que remite a la metodología.
- ¿Cómo hacerlo? Pregunta que remite al diseño técnico.
- Pues bien, a este esquema fundamental, en el caso de la investigación, habría que añadir otra pregunta: ¿Qué investigar? Es decir, habría que considerar los posibles objetos de investigación. Por ejemplo, si el enfoque metodológico es cuantitativo, qué dimensiones de la realidad a la que nos queremos aproximar podemos medir y es pertinente medir. Las tres preguntas propuestas están jerarquizadas, hay una subordinación de cada una a la anterior y de todas a la primera. Pues bien, la que hemos añadido, está a caballo entre las dos primeras, pues qué investigar debe deducirse directamente del para que´, pero siempre tiene límites metodológicos e implicaciones metodológicas, como veremos a continuación.
- Para que la pregunta sobre qué investigar sirva para decidir, conviene disponer de algún catálogo de objetos. A continuación, se propone una clasificación de los posibles objetos de investigación en cuatro grandes grupos:
- Hechos, que comprenden acontecimientos, comportamientos y características. Los hechos son medibles.
- Impactos, que son abordables mediante el registro casuístico de la percepción. La percepción es medible.
- Ideas, que son estructuras y, no medibles como tales, pero que pueden ser representadas metafóricamente mediante encuadres (frames), que nos situarían en el terreno de la opinión. Las posiciones sobre estos encuadres sí son medibles.
- Actitudes, que son disposiciones hacia determinados comportamientos (podríamos situar aquí como ejemplo significativo las reacciones de Voz y Salida de Hirchsmann, antes de que se produzcan) y que integran motivaciones y expectativas.
- Si convenimos en que todo esto es adecuado, quedaría establecido el lugar de la opinión, que sería netamente del tercer grupo de objetos y que comprendería en su acepción más amplia también el segundo grupo; el lugar de la actitud sería el grupo d.
- La utilidad principal de una clasificación como ésta es poner el énfasis sobre las dimensiones que podemos medir. Distinguiéndolas, estamos obligados a preguntarnos cómo medir cada una de ellas, en lugar de limitarnos a hacer preguntas con sentido aparente. Nos conduce a proceder como el científico, que usa para cada dimensión la medida que la representa y con todas ellas obtiene la mejor representación de la materia.
- Sentadas estas bases metodológicas, vamos a abordar la cuestión del cambio y el uso de las encuestas.
- El modo en que lo vamos a hacer es, justamente, tomando como referencia una actitud, la intención de voto, y cualquier forma de opinión.
- La intención de voto se mide habitualmente con una pregunta directa, bajo el supuesto de que hay un isomorfismo entre las formas posibles actuar ante el ejercicio del voto y las formas posibles de responder a esa pregunta. Así, la actitud que representa la intención de voto anticipa el comportamiento del voto, pudiendo explicarse las diferencias entre ambos por diversas causas.
- Sucede que, excepcionalmente, la pregunta de intención de voto adolece de una falta de respuesta considerable, incluso muy alta en ocasiones. No es el propósito de esta ponencia entrar en la cuestión del método de predicción del voto, pero sí es pertinente abordar la falta de respuesta, por razones que enseguida veremos.
- La falta de respuesta, excepcional, repito, obedece principalmente y en condiciones normales a un error fundamental: el isomorfismo entre encuesta y voto es sólo aparente y la no respuesta oculta, o revela si bien se mira, el hecho de que la forma del voto sólo se produce el día de las elecciones, por razones normativas.
- ¿Qué hay, entonces, antes del día de las elecciones? Lo que hay es una posición política y aquí debemos precisar que una actitud, y en particular una posición política, no tiene por qué ser, y en general no es nítida sino difusa, ambigua.
- Posiciones políticas difusas frente a intención de voto equivalente a voto, esta confrontación tiene un correlato en la medición: si la equivalencia entre intención de voto y voto remite a una clasificación unívoca, que atiende a la lógica booleana o teoría clásica de conjuntos, donde, dados un conjunto y un elemento, sólo pueden suceder dos cosas, que dicho elemento pertenezca al conjunto o que no pertenezca, la falta de nitidez de las posiciones políticas remite a la lógica borrosa, en la que un elemento puede pertenecer a un conjunto sólo en parte, puede estar dentro y fuera a la vez, en parte dentro y en parte fuera.
- La razón específica por la que ahora nos interesa esta cuestión procede de que podemos imaginar fácilmente, dado un conjunto imaginario, el derivado de una oferta política dada, del partido X, que habrá votantes potenciales que estarán totalmente dentro de aquel conjunto, otros que estarán totalmente fuera y otros que estarán en parte dentro y en parte fuera. Y esto sucederá respecto de todas las ofertas competidoras en un mapa político concreto. Estar dentro o fuera o dentro y fuera es algo que se determina mediante un juego de distancias matemáticas entre unidades muestrales y opciones de voto.
- En una configuración tal, las posiciones booleanas (dentro o fuera) se asocian a lo sólido, firme, estático, mientras que las posiciones borrosas (en parte dentro, en parte fuera) se asocian a lo líquido, fluido, dinámico. Podríamos representarlo mediante una analogía termodinámica: el espacio borroso del voto es, necesariamente, un espacio donde la temperatura es más alta; la temperatura equivale, justamente, al movimiento dentro de la materia, a la velocidad de la vibración de los átomos.
- Siendo así, una segmentación de las posiciones políticas como la propuesta (dado un partido, voto seguro, voto inaccesible, deslizamientos del voto), permite observar puntualmente cambios en las opiniones, a través de las diferencias en las opiniones. Si miramos donde la temperatura es más alta, podremos anticipar líneas de cambio sin esperar a que se produzcan en toda su extensión y profundidad.
- Hay que añadir que este modo borroso de segmentar se impone por mor de la dinámica del consumo, en la cual el individuo pierde entidad, debido a que, por la presión de una oferta cada vez más amplia, diversificada y cambiante, se descompone en sus actos, pierde nitidez en su perfil o, lo que es lo mismo, la parte reconocible y estática de su perfil pierde significación y el único modo de recuperar nitidez es observar los actos y omitir o, al menos, postergar a los individuos. En el caso del voto, aunque no sólo en ese caso, si queremos seguir observando de manera significativa a los individuos, debemos usar lógica borrosa.
- Pero, hay otra fuente de dinamismo en opiniones y actitudes en el plano del voto, que, ocasionalmente, cobra un protagonismo decisivo: la existencia de bifurcaciones.
- Las bifurcaciones en las que puede haber cambios bruscos, discontinuos, entre dos caminos o posiciones, dieron lugar a mediados del siglo pasado a la conocida como Teoría de Catástrofes (René Thom).
- El chiste fácil señalaría de inmediato que en lo que a elecciones se refiere ha habido catástrofes muy sonadas. Pero ¿hay bifurcaciones que influyen en la intención de voto?
- Brevemente, la respuesta es sí y, a veces, son tan importantes, que su influencia en el voto puede producir verdaderas catástrofes (positivas o negativas, según para quién). Algunos ejemplos de bifurcaciones:
- Bifurcaciones generales:
- Interés general o interés individual
- Ideología o economía
- Bifurcaciones locales:
- Candidato o Partido
- Oferta local o Impacto global
- Bifurcaciones generales:
- Las bifurcaciones, como los deslizamientos del voto, en la medida en que excitan transiciones discontinuas, “calientan” el espacio de las posiciones políticas, de manera que también contribuyen a anticipar cambios de opinión y de actitud.
- Conclusiones
- Actitudes y opiniones se entrecruzan, no sólo porque hay una cierta intersección entre ambas, sino porque la excitación en un campo alimenta la excitación en el otro.
- Actitudes y opiniones deben ser consideradas objetos de investigación o dimensiones de la realidad y deben ser abordadas atendiendo a su naturaleza específica: como impactos, como frames, como posiciones previas al comportamiento, que lo anticipan, pero que no son equivalentes.
- Los cambios, por tanto, de actitudes y opiniones, son interdependientes.
- En el terreno de las actitudes, hay siempre zonas calientes y zonas menos calientes. Las primeras, permiten anticipar tendencias de cambio en las segundas.
- Además, las actitudes pueden estar afectadas por bifurcaciones, que elevan la temperatura y también permiten observar anticipos de cambios en las opiniones y en las propias actitudes.